viernes, 17 de abril de 2015

Un fenicio en Las Hurdes (Extremadura)

El Chorrituelo de Ovejuela, foto por gentileza de Wikirutas.es

La devastadora referencia de Buñuel es un mal apoyo para visitar Las Hurdes, una bellísima zona montañosa en el noroeste de Cáceres, en plena sierra de Gata. Del cineasta nos quedó la atroz descripción de un documental panfletario, Tierra sin pan, que viene a ser media hora de disparates acumulados en una suerte de montaje tramposo y libelista.
Desde la visita del doctor Marañón ya se conocía la incidencia de enfermedades como el cretinismo, el bocio y el paludismo en los años 20 y siguientes. Nada que no hubiera existido en comunidades similares, muy consanguíneas, aisladas y pobres. El paludismo azotaba Extremadura, Valencia, Cataluña, Baleares, en fin, la España húmeda en general.


El doctor Marañón acompañó al rey Alfonso XIII y pudo comprobar el lamentable estado sanitario y el nivel de pobreza de Las Hurdes en 1922

El bocio es característico en poblaciones sin acceso al yodo. Y el cretinismo puede achacarse a las mismas razones que en el resto del planeta: pobreza, consanguinidad y carencia de servicios médicos.

Para verla en francés: Terre san pain

En 1996 se hizo una nueva sonorización de Tierra sin pan, con la voz rota de Francisco Rabal. No se pierdan el panfletario añadido final, que obviamente explica las perversas intenciones de Buñuel. Tampoco pasemos por alto las tonterías que dice cuando se pone en un nivel antropológico y quiere explicar el origen de algunos hechos, objetos o ritos.



Lo primero que hay que hacer es olvidarse del lamentable pseudocumental del comunista. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. La gente es acogedora y saben el valor de sus privilegiados pueblos hundidos en la montaña.
Lo mejor es abrir la mente y preparar las piernas

Cualquiera de los valles de la sierra ofrece singularidades dignas de apreciar en calmada caminata, no en vano es una de las zonas más apreciadas por los senderistas.
El fenicio atraviesa la ciudad de Coria para llegar finalmente al municipio de Pinofranqueado, ya cerca de Salamanca. Las pedanías o agrupaciones circundantes toman aquí el nombre de alquerías. Da igual cual se elija: todas ellas son magníficas y generosas para la vista.

Ovejuela es una de estas alquerías. Unos 90 habitantes (toda Las Hurdes tiene unos dos mil). Te recibe el riachuelo, anticipo de próximas delicias, que empiezan a degustarse con unos simples pasos saliendo del villorrio, compacto y atractivo, por este uso entonado de la piedra y de las pizarras tan abundantes en la región. La vegetación de abril se muestra resplandeciente, luminosa, limpia por las lluvias del día anterior.
Muy próximas existen dos cascadas memorables: el chorro de los Angeles y el Chorrituelo de Ovejuela, nuestro destino.



El fenicio se abandona al recuerdo de su infancia, tan pintada de montaña, de cabras y de pájaros: se siente en su ambiente, pese a las heridas cicatrizadas de las batallas libradas contra el mar y contra la edad. No es necesario describir el pequeño arroyo. Caminamos en procesión siguiendo su caprichoso diseño entre las rendijas labradas en la pizarra. Lascas y piedras inevitables suponen un esfuerzo añadido, pero nos sentimos protegidos por una vegetación amable. El brezo omnipresente, florido de color rosa, sauces, alisos, madroños, helechos, pequeñas encinas, algún pino atormentado por la oruga procesionaria;  y toda suerte de hierbajos primaverales.
Estamos casi a mil metros de altura sobre el nivel del mar, el aire es puro, el panorama es fuerte, hermoso, con carácter.

Siguiendo el cauce del arroyo se descubren rincones muy hermosos (Foto gentileza 'AndandoExtremadura')

Pero debemos compartirlo con insectos y mosquitos cuyo nombre desconozco. También abejas melíferas: estamos en las tierras de la miel y de las cabras. Dos ingredientes fenicios a los cuales es imposible resistirse. De tanto en tanto se descubren pequeños grupos de colmenas móviles en busca de la flor de los frutales vecinos, porque en realidad la flor del brezo da como resultado una miel demasiado amarga.
Al biólogo Antonio Gentil, gran conocedor de la zona, no se le escapa la presencia de buitres negros revoloteando en círculo a gran altura. Un alimoche desconcertado en las cercanías. Habrá halcones y en busca de las sabrosas palomas o tórtolas. Esta fauna se aprovecha de la masiva reforestación forestal de las Hurdes en la década de los 40. La elección experimental por el pino ha dado un gran resultado, los árboles medran con holgura, aunque tienen dos enemigos implacables: la procesionaria y los incendios forestales, que llevan arrasada la Sierra de Gata, año tras año. En su mayoría incendios provocados.

Ovejuela, camino del Chorrituelo. Foto gentileza de 'Andando Extremadura'

Los frutales no gozan de las mejores tierras, pero salen adelante gracias a la cuidadosa aplicación de fiemos y abonos y al desmoche del tronco central para que las ramas crezcan por los laterales en vez de coger altura. Más fácil recolección, menos gasto de abonos y quizás den más fruto. Este fenicio no conocía esta fea costumbre, pero parece salirles rentable.

El fenicio es goloso y antes de abandonar las Hurdes, tan bellísimas y generosas pese a lo escarpado y aislado de sus gargantas y valles, se hace con unas cajas de pestiños y perrunillas -repostería cacereña- y de un frasco de miel hurdeña; sin olvidarse del queso de Casar de Cáceres, un lomito ibérico de bellota, varias cajas de caramelos rellenos de cereza y un poco de vino para aliviar las punzadas de las agujetas.

Con el cuerpo molido, el corazón contento y el zurrón rebosante, el fenicio murmura entre dientes: "Este cabrito asado queda pendiente pero no olvidada".

Ls Hurdes merecen una y mil visitas. El fenicio cavila y se rasca la cabeza de satisfacción, planeando otra incursión muy pronto.

Las Hurdes, 11 de abril de 2015